Ref. 20121013/VFB/OCB

Tras años de investigación y duro trabajo, el Dr. Gómez y yo mismo, Dr. Mortin Wilimski, decidimos probar nuestra maquina de fractura espaciotemporal TX3K en un viaje iniciático a tierra santa Compostelana.

Desafortunadamente el sistema de teletransportacion funciona a medias: Mi reloj de cuco no llega a salir de Madrid, yo me materializo en Tordesillas y el resto de mis pertenencias llegan contra pronóstico a Ponferrada sin que aparentemente se hayan visto afectadas por el proceso de transubstanciación.

Y digo aparentemente porque del baúl isabelino de madera de boj que cargué en Madrid solo quedan algunas trazas y ahora el mamotreto se parece bastante a una mochila del Decathlon, eso si, perféctamente ergonómica y ligera como la ventosidad de un recién nacido.

Tomo el primer pullman trans-leones para ir al encuentro de mi equipaje, y tambien del Dr. Gómez, que al insistir en viajar dentro del baúl, se encuentra confuso y abochornado por el fracaso de nuestro experimento en pleno centro de la capital del Bierzo.

Tras el reencuentro consideramos que hemos tenido suerte de no haber perdido ninguno de nuestros atributos por el camino, pero dado el funcionamiento errático del dispositivo le sugiero al Dr. Gomez que continuemos a pie hasta que encontremos un taller que nos permita reparar los circuitos dañados. Una vez reparados podremos teletransportarnos sanos y salvos hasta la mismísima catedral de Santiago.

Gómez es un tipo cabal, y acepta mi propuesta sin peros, aunque solo sea por ver qué dan de comer por el camino.

Pensamos en partir de inmediato, pero caemos en la cuenta, al alimón, de que no es de recibo hacer alarde físico ante los autóctonos (de enclenque estructura ósea) por lo que hacemos noche en Villafranca del Bierzo.

Allí disfrutamos de la primera muestra de gastronomia bierzana cenando un plato típico, digno representante de las raíces culinarias locales. Se trata de la archifamosa hamburguesa compostelana (carne, lechuga, tomate, queso, hevo frito y bacon... todo de la tierra)

Una vez en nuestro alojamiento tenemos la oportunidad de compartir aposento con los tres tenores: Nosferatu, la niña del exorcista y Pepe Pótamo. El Dr. Gómez,con gran acierto decide unirse a la bacanal de ronquidos, con lo que al ser un numero par y roncar en contrafase dos a dos, los bramidos se cancelan entre ellos. La noche es fría pero placentera.

Aunque mas fría es la mañana siguiente. Con nuestros testículos oportunamente ocultos en nuestras respectivas cavidades pélvicas y los miembros viriles reducidos a su mínima expresión, recorremos los primeros kilómetros en busca de un taller que de momento no encontramos.

No tarda en salir el sol, y varios kilómetros mas tarde se abre ante nosotros un inesperado futuro profesional: convertirnos en modelo de culos. Ni el Dr. Gómez ni yo mismo habíamos pensado nunca en vivir de algo que no fuesen nuestras privilegiadas mentes, pero tras comprobar la inusitada dureza de nuestras nalgas acordamos valorar la posibilidad de dejar disfrutar al mundo de su observación. A precios populares.

La jornada es deliciosa y disfrutamos del paisaje en cada rincón del camino, pero empiezo a echar sospechosos espumarajos por la boca, con lo que Gomez, de nuevo con gran acierto, toma la voz cantante y me obliga a detenerme en O Cebreiro. Creo recordar que también canta algo con su voz cantante, por lo que nuestra entreè en el pueblo se asemeja mucho a una escena de Brigadoon. Hacemos las delicias de aborígenes y turistas.

En O Cebreiro, por cierto, tampoco hay taller, pero si unas deliciosas sopas de ajo que nos templan el espíritu y descuelgan nuestras gónadas hasta la altura de las rodillas.

Ahora lo que toca es una siesta.

Ref. 20121014/OCB/TRC

O Cebreiro es una localidad de lo mas encantadora. Sus gentes son cálidas, acogedoras y extremadamente amables. O eso dicen, porque en nuestras escasas interacciones sociales no hemos sido capaces de percibirlo.

En una tasca local conocemos a Marusiña, camarera de profesión. Nos comenta un parroquiano que años atrás fue nombrada Miss Simpatía de la comarca, pero que un marinero negro le rompió el corazón y ahora descarga su mal de amores contra todo aquel que no sea albino. A nosotros nos recibe con un ladrido en perfecto dialecto huskie y nos sirve un café sin a penas escupirnos en la cara, con lo que nos damos por satisfechos y nos recogemos en el refugio a pasar la noche.

Allí descubrimos a otros científicos con una problematica similar a la nuestra. A uno se le ha sobrecargado su nihilizador transgalactico y a otro no le arranca el condensador de fluzo.
El personal hace mofa y escarnio de este ultimo, ya que cualquier científico loco que se precie puede montar y desmontar un condensador de fluzo con los ojos cerrados en escasos segundos.

El Dr. Gomez parece ser el único que no ríe, y es que él, muy avispado, se ha dado cuenta de que en esta zona hay auténtica devoción por la continuidad espacio-tiempo. Ninguno de nuestros ingenios, por simples que sean, funcionará jamás, por lo que conviene salir de aquí cuanto antes.

Pido disculpas al científico vilipendiado y le regalo mi pin de Tele 5 en señal de arrepentimiento. En respuesta él baila un chotis sobre un bosón de Higgs. Y tan amigos.
A la mañana siguiente amanece con toda normalidad, cosa que varios de nuestros colegas no pueden soportar y acaban con sus vidas haciendo dos abdominales.

El sol brilla, los pajarillos cantan y una brisa fresca ayuda a despertar, pero solo a aquellos que se sometieron a una vivisección después de la cena. El resto nos damos de bruces con una lluvia pertinaz, un viento inmisericorde y una niebla mas espesa que el vómito de un jabalí.

Aún así, proseguimos la marcha. A penas podemos ver mas allá de nuestras narices, y si hay algún taller por el camino nadie se percata de ello.

En escasas 4 horas llegamos a ver Triacastela desde lo alto de una colina. Algunos de los científicos que nos acompañan deciden detenerse a discutir sobre si lo que están viendo es un pueblo pequeño o es que está lejos. El resto nos la jugamos y encaminamos nuestros pasos hacia la aldea.

Es una sabia elección, sin duda, ya que por el camino aprendemos múltiples formas de bajar una cuesta embarrada. Para la mayoría de ellas conviene estar bien equipado con un seguro médico.

Los lugareños se tiran a la calle para recibirnos. La mayoría caen desde alturas equiparables a un cuarto piso, y lo hacen sobre nuestros compañeros de viaje, que mueren aplastados.

El Dr. Gómez y yo volvemos a quedarnos solos en el camino, así que decidimos hacer un alto y comer por todo lo ídem. No hace falta ser un genio para saber que la siesta está a la vuelta de la esquina. 

Y nos regocijamos por ello.

Ref. 20121015/TRC/SAR

Dejamos Triacastela por la mañana temprano. Aproximadamente a la hora del churrero menos veinte minutos.

Un meteorólogo apostado en la puerta del albergue hace gala de sus dotes adivinatorias y nos comenta que, si no se equivoca, hoy no lloverá. Sonríe, muy ufano, a sabiendas de que pase lo que pase su pronóstico será acertado. Nosotros le agradecemos su comentario al mas puro estilo de nuestra querida Marusiña.

Caminamos a paso ligero y con los ojos bien abiertos con la esperanza de encontrar el taller que tanto ansiamos.

Algo nos dice que hoy tendremos suerte, pero Algo no nos cae del todo bien. Desde que coincidimos con Algo en el albergue de O Cebreiro, Algo nos ha estado diciendo cosas que a la postre no han sido mas que burdas mentiras. Algo cree que confiamos en el, pero algo que Algo no sabe es que tenemos algo pensado: darle esquinazo en el próximo cruce de caminos.

Preparamos nuestra huida prestando mucha atención a las señales del camino, pero todo es muy confuso. Flechas amarillas señalan aquí y allá sin aparente criterio.

Notáblemente desorientados,  y con Algo pisándonos los talones, pedimos ayuda a una anciana que se esconde entre unos arbustos. Algo nos dice que no es de fiar, pero hacemos caso omiso de su consejo.

La anciana nos cuenta la historia de una banda de monos tití que, armados con una caja de rotuladores Carioca, llevan años sembrando la duda entre los viajeros que atraviesan esta región. Según ella, la única forma de avanzar es seguir la flecha mas larga las noches de luna creciente y la mas corta las noches de luna menguante.

Algo huele mal, y al mirarle pidiendo explicaciones por ello corre abochornado a esconderse detrás del arbusto de la anciana. Aprovechamos el momento all-bran para huir, no sin antes agradecerle su ayuda a la buena mujer mientras ella llora por su arbusto mancillado.

Siguiendo flechas largas y cortas alternativamente, llegamos a Sarria. Al Dr. Gómez no le gusta esta localidad, y para hacerlo notar acentúa sus sílabas de forma aleatoria cada vez que pronuncia su nombre.

En cualquier caso ha sido un día largo, hemos disfrutado del paisaje, de los pueblos, de sus gentes y de que, por fin, nos falta Algo. Pero estamos agotados.

Por todo ello, decidimos hacer noche en esta noble villa. Si hay luna creciente, mañana seguiremos hacia el oeste.

Ref. 20121016/SAR/PTM

Levamos anclas y zarpamos de buena mañana. Un puñado de intrépidos marineros y una bolsa grande de Cheetos por bandera.

Ante nosotros la inmensidad, y al fondo a la derecha la tormenta perfecta. Encaramado a lo mas alto del palo mayor, el Dr. Gomez le saca algunos defectillos, pero es que él es muy tiquismiquis. Yo me fio mas de la primera impresión, y esta me dice que hoy acabaremos calados hasta los mismísimos huesos.

Poco después de dejar el puerto, nuestra goleta, la Space J'Oddity, se empieza a contonear como una  streaper de arrabal. La mitad de la tripulación se tambalea y vomita de tal forma que parecen una banda de borrachos, mientras que la otra mitad, los que efectivamente lo son, permanecen firmes en sus puestos como si tuviesen un mástil metido por sus mugrientos culos. A la cabeza de estos últimos, Javier el timonel.

Javier es un borracho como su padre, el padre de su padre y el primo hermano de un cuñado de su padre que tenía una mercería. Los que le conocen bien dicen que una meada suya es solo una destilación mas del whiskey que se acaba de beber. Aún así, controla a sus hombres y tiene el destino de todos nosotros en sus manos. Yo confío en él, y Gomez le debe 50€.

Con nuestras almas encomendadas al Kraken, dirigimos la proa hacia el ojo de la tormenta rezando por que no tenga orzuelos y por que haya un mañana. Para mi desgracia, no solo hay un mañana, sino que mañana tengo que devolver dos cintas al videoclub y dudo mucho que llegue a tiempo para hacerlo.

Le comento a Javier mi problematica gesticulando tanto como puedo, pero este, obsesionado por vencer a la tormenta y ebrio como un lémur, vira a estribor y toma la tercera salida a la derecha.

Pero no hay salida. Nadie se ha acordado de actualizar los mapas del GPS y por este descuido imperdonable serviremos de abono para algún pequeño huerto burgués en el fondo del mar. O eso pensamos todos cuando en una maniobra magistral nuestro timonel encuentra sitio para aparcar en el puerto mas cercano. Casualmente, el mismo puerto en el que se encuentra el bar más cercano.

Portomarín es justo lo que nos merecemos, así que nadie se queja. Solo unos pocos sollozan amargamente cuando Javier les retuerce los pezones con unas pinzas de depilar. Pero seguro que algo habrían hecho. 

Ponemos pie a tierra y nos preparamos para el asedio.

Ref. 20121017/PTM/PDR

El Dr. Gómez me despierta de un sopapo. No se qué día es, ni dónde estoy, ni cómo es posible hacer de una capa un sallo.

Al parecer ayer fui víctima de unas fiebres jacobeas que "quitan el sentío" y me pasé el día haciendo malabares sobre una pelota que previamente le había robado a un oso. Me gustaría recordarlo, la verdad, porque siempre he tenido un arrebato circense que nunca me he atrevido a explotar.

No hay tiempo para muchas explicaciones; nos ponemos en marcha enseguida. Aún es de noche, pero es que Gómez se empieza a impacientar. El taller que buscamos o bien no existe o bien es ligeramente mas rápido que nosotros.

En la oscuridad y bajo una lluvia que no cesa nos adentramos en el bosque, y a partir de ese momento todo es oscuro y húmedo como un lupanar tailandés.

Horas y horas caminando solo consiguen que nuestra ropa encoja tres tallas y que el pellejo se nos descuelgue hasta los tobillos. Nuestra mera visión es un espanto y los pueblos que encontramos a nuestro paso levantan barricadas y arrojan a sus mayores paya auyentarnos.

Poco más que contar aparte de una acalorada discusión con el padre del oso al que le robé la pelota, quien nos persiguió montando un triciclo diminuto. Me habría gustado regalarle mi pin de Tele5 como señal de arrepentimiento, pero ya había quemado ese cartucho con el científico de O Cebreiro. En su lugar reproduje lo mejor que pude la danza del bosón con la que este me obsequió a mi. Al parecer quedó satisfecho y nos desgarró vientre de un zarpazo para demostrarlo.

Con nuestras vísceras arrastras llegamos a duras penas al pueblo de Palas de Rei. El pronóstico meteorológico dice que esta noche la luna brillará sobre el poblado Aurón y que puede que mañana solo lluevan batracios, así que nuestra búsqueda será algo mas llevadera.

Ref. 20121019/ARZ/OPD

Parece que fue la semana pasada cuando nos pusimos en marcha y en realidad ya han pasado 7 días. Es inexplicable.

El tiempo vuela cuando asumes que parte de su encanto está en su maldita, exasperante y empecinada continuidad, esa que tanto nos gustaría romper en mil pedazos cuando algo no marcha como esperábamos.

No ha habido suerte con el taller, aunque también es cierto que no hemos puesto demasiado empeño en encontrarlo. Después de los primeros momentos de ansiedad, ha sido la mismísima inercia la que nos ha traído hasta O Pedrouzo, a escasos 20km de Santiago de Compostela. Yo que siempre he sido tan crítico con la tangibilidad de la física clásica, tengo que decir que en esta ocasión ha resultado tremendamente efectiva.

Creo que tanto Gómez como yo damos por bueno el fallo de nuestro primer prototipo de teletransportación y, ya que estamos aquí, mañana seguiremos a pie hasta Santiago para después volver a casa por los medios tradicionales. Él a lomos de un hipocampo castrado, y yo puede que tome el primer Chitty-Chitty-Bang-Bang que encuentre libre en la estación Disney.

El camino nos ha tratado relativamente bien. Un par de momentos pasados por agua han hecho las delicias de los pocos anfibios con los que hemos tenido la ocasión de coincidir. Para nosotros, solo han contribuido a engrandecer la épica del viaje y a enseñarnos que el agua no está tan mal, aunque no venga en forma de cubitos de hielo flotando en un gintonic. El resto ha sido un disfrute para la vista y un disgusto para las articulaciones.

Si dijese que ha sido una experiencia mística en la que me he encontrado a mi mismo y que desde hoy afronto el resto de mi vida desde una perspectiva inédita, lleno de esperanza y con el con el corazón henchido de ilusión por lo que me queda por vivir... mentiría como un bellaco, aunque eso no quita para que lo haga por otros motivos, que los tengo. Lo que sí es cierto es que caminando he comprobado una vez más la validez de tres axiomas fundamentales y que considero de obligado conocimientoo. Estos son los siguientes:


  • Después de un día viene el siguiente, y no puedes hacer nada para evitarlo,
  • Después de un paso hay que dar otro, y no al revés,
  • Desandar el camino andado es una tremenda pérdida de tiempo, sobre todo si el restaurante más cercano está en el siguiente pueblo.
Y cada uno puede aplicar estos axiomas como, cuando y en la disciplina que quiera.

Esto no acaba aquí. Como digo, mañana entraremos en Santiago por la puerta grande. Que según dicen no es tan grande, pero es que está al lado de otra más pequeña por la que no cabríamos aunque nos hubiésemos saltado las dos últimas cenas. 

Así que si, entraremos por la grande aunque solo sea por comparación. Disfrutaremos del día, comeremos, beberemos, y lo tendremos bien merecido.

Pero eso será mañana, porque digo yo que hoy habrá que dormir.

Ref. 20121020/OPD/SDC



Un último madrugón para terminar nuestro periplo. Aunque cabe destacar que, de todos los madrugones, este lo ha sido el menos.

Un alboroto tremendo se apodera del albergue en el mismísimo momento en el que me quito la última de mis legañas y la deposito sobre el alféizar de la ventana para que se seque al sol de la mañana. 

No me he dado cuenta hasta hoy, pero sumando la gente que se ha ido uniendo a nosotros en el camino, mas aquellos que tras mucho caminar se habían encontrado a sí mismos y por ello valían por dos, en el edificio habría fácilmente trescientas o cuatrocientas mil personas siendo conservador. Así, difícilmente se puede celebrar un partido de polo en los cuartos de baño.

Decido no prolongar en demasía mis preparativos y me escabullo como una sabandija entre la marabunta de caminantes. Dejo atrás todo lo prescindible pero, accidentalmente me olvido también del Dr. Gómez.

Le espero en la primera tienda de empanadas que encuentro en el pueblo a sabiendas de que no le pasará inadvertida.

Instantes después, en un mundo paralelo….

El sitio al que llaman Monte Do Gozo, no es tal. Por ello, acoge año tras año la primera convención quinquenal monográfica sobre bolas gluónicas y otros temas no relacionados.
El Dr. Gómez se presenta a los asistentes antes de proceder con su ponencia. Esta versará sobre la inexplicable confusión que produce una toponimia totalmente en desacuerdo con la percepción de los sentidos.

Su charla me apasiona tanto que decido marcharme y ser así consecuente con la incoherencia de todo lo que nos rodea. Creo que Santiago está cerca por lo que intento alargar mi brazo y tocarlo. Descubro, desdichado de mi, que no está tan cerca, así que asiendo a Gómez por las trenzas le bajo del estrado y reanudamos nuestra marcha.
El auditorio prorrumpe en aplausos sin ni siquiera saber lo que significa esa palabra.

Instantes después, en un mundo paralelo….

En las puertas de Santiago se nos rinde honores como nunca antes se ha hecho. Un coro de querubines canta nuestras alabanzas, los arcángeles blanden sus espadas flamígeras alumbrando el camino que nos lleva a la gloria jacobea y un señor mayor se toca la gaita. 
Somos conscientes de que todo aquello no es real y de que está muy relacionado con las setas que hemos ido picoteando por el camino. Hacemos caso omiso del agasajo por lo que nuestras alucinaciones empiezan a sentirse molestas  y a mirarnos como diciendo “pero estos qué se creen!”
 
Las cosas se ponen feas y Gómez, usando mi monumental cabeza como ariete se abre paso entre la nada para, tras un pequeño ataque de flato, atravesar las inexistentes filas enemigas y embocar las calles que llevan al centro de la ciudad.

Instantes después, en un mundo paralelo….

Hemos llegado y, por lo tanto, ya estamos aquí. Semejante silogismo es celebrado con disparos al aire por parte de unos y con la suelta de palomas blancas por parte de otros. La falta de sincronización hace de aquel un espectáculo dantesco.

Pero la cosa es que hemos llegado, hemos disfrutado, hemos bebido, hemos comido, y nadie tiene la más mínima duda de que nos lo hayamos merecido, por lo que todo acaba ciertamente mejor de lo que empezó.

Gómez ya cabalga sobre su hipocampo y se despide del gentío agitando vivaracho una empanada de zamburiñas.

Yo no encuentro la estación Disney, por lo que encomiendo mi cuerpo y mi alma al santo local, Michael O´Leary. Con la suerte que he corrido durante los últimos días, malo será que esto me traiga consecuencias negativas.

Recordaremos el viaje mientras nuestras neuronas sigan recibiendo aumentos de sueldo anuales por encima del IPC, aunque sabemos que esto no durará siempre. Habrá que estar atento pues, y en el momento en el que fallen los recuerdos volver a andar el camino andado.

O tal vez cualquier otro, qué mas da. No dicen que todos llevan al mismo sitio? Pues entonces a que viene tanto comerse el coco??!? Que ya está bien, coño, ya está bien…