Ref. 20121017/PTM/PDR

El Dr. Gómez me despierta de un sopapo. No se qué día es, ni dónde estoy, ni cómo es posible hacer de una capa un sallo.

Al parecer ayer fui víctima de unas fiebres jacobeas que "quitan el sentío" y me pasé el día haciendo malabares sobre una pelota que previamente le había robado a un oso. Me gustaría recordarlo, la verdad, porque siempre he tenido un arrebato circense que nunca me he atrevido a explotar.

No hay tiempo para muchas explicaciones; nos ponemos en marcha enseguida. Aún es de noche, pero es que Gómez se empieza a impacientar. El taller que buscamos o bien no existe o bien es ligeramente mas rápido que nosotros.

En la oscuridad y bajo una lluvia que no cesa nos adentramos en el bosque, y a partir de ese momento todo es oscuro y húmedo como un lupanar tailandés.

Horas y horas caminando solo consiguen que nuestra ropa encoja tres tallas y que el pellejo se nos descuelgue hasta los tobillos. Nuestra mera visión es un espanto y los pueblos que encontramos a nuestro paso levantan barricadas y arrojan a sus mayores paya auyentarnos.

Poco más que contar aparte de una acalorada discusión con el padre del oso al que le robé la pelota, quien nos persiguió montando un triciclo diminuto. Me habría gustado regalarle mi pin de Tele5 como señal de arrepentimiento, pero ya había quemado ese cartucho con el científico de O Cebreiro. En su lugar reproduje lo mejor que pude la danza del bosón con la que este me obsequió a mi. Al parecer quedó satisfecho y nos desgarró vientre de un zarpazo para demostrarlo.

Con nuestras vísceras arrastras llegamos a duras penas al pueblo de Palas de Rei. El pronóstico meteorológico dice que esta noche la luna brillará sobre el poblado Aurón y que puede que mañana solo lluevan batracios, así que nuestra búsqueda será algo mas llevadera.